viernes, 19 de febrero de 2010

Young lust


No soy bueno para escribir, no soy bueno para hablar. Ambas son necesarias, y de la segunda no seré el mejor, pero tengo los huevos para hacerlo.

Era una pendeja que no pasaba de ser perra de pasillo. El mutuo acuerdo implícito y la colaboración de los bandos pasaron a posicionarla en la mira. Tenía una manera de coquetear silenciosa. Cuando observé que hablaba y no decía todo lo que sabía se volvió interesante. Eso me daba intriga y dejaba mi imaginación sujeta a los gestos, posturas, miradas y a algunas pocas palabras. El juego había empezado y en cierta manera tenía que jugármela, y eso me fue suficiente para ir para adelante. Pero me confundí vilmente ya que el que se acuesta con niños, amanece meado. Hablar no es hablar y el exceso de egocéntricas interpretaciones que fueron más allá de lo empírico fue el causante de la inmadurez personificada. Qué manera infame de no empezar algo.





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